miércoles, 30 de noviembre de 2016

lunes, 7 de noviembre de 2016

Titina.

Hoy cumpliría años mi abuela Titina. Se llamaba Otilia y yo le decía «Abuela Teta». Noventa y pico. Un montón.
De ella guardo los mejores recuerdos, como casi la mayoría de todos los abuelos del mundo. Titina fue hija que dejó los juguetes hechos en casa por el trapo de piso, escoba y lejía en baño ajeno. Joven esposa dedicada al extremo. Madre estricta y cariñosa en su justa medida. Fue tía de propios y ajenos. Mi abuela, la de mis hermanos, primos y de casi toda la cuadra.
La veo con su delantal a cuadrillé rojo y blanco siempre puesto, presto a ensuciarse con algún quehacer doméstico. Abajo pantalones negros y zapatos del mismo color. Camisa rosa con un prendedor de Duracell (inconcientemente relacionado con el concepto de nunca parar) y un saquito de lana gris hecho por ella. Las manos arrugadas de tanto trabajar, igual que su cara, cuello y brazos. Aritos de oro haciendo juego con el anillo de casada que ya no brillan como hace casi setenta y cinco años.
La veo en muchos gestos de papá y sus hermanos. La veo en algunos pocos que sin querer fui copiando aunque debería haber adoptado todos. Todos la recordamos como el ejemplo puro de bondad, sin otras intenciones ni malos pensamientos. Bondad, alegría y dedicación.
La veo, entre mates y pan con manteca y azúcar preguntándome qué estoy haciendo de mi vida. Si tengo novia, estoy feliz y si estudio lo suficiente. Contándome las mismas historias casi a diario y nombrándome a personajes de la cuadra que probablemente hayan muerto antes que yo naciera (¿se dice nazca?). Está ahí sentada con su radio AM escuchando el noticioso bien fuerte. Esperando que todos lleguemos para saludarla. La pava de mate está caliente.
Hoy cumpliría mi abuela Teta y la extraño mucho. Un montón.