martes, 30 de mayo de 2017

Ser solo.

El ruido del reloj pulsera, un poco de viento que pegaba en la ventana, perros de fondo y hasta el latido de mi corazón. La semana pasada la pasé solo en casa y decir eso podría generar un sinfin de imágenes mentales al mejor estilo comedia adolescente hollywoodense. Bueno, todo lo contrario.
Nunca pensé que me iba a olvidar cómo disfrutar de algo que en algún momento tanto amé, no me hallé en ningún momento, el silencio me molestó mucho, lo divertido no me divirtió tanto y lo aburrido también se potenció.
La idea original era dormir a montones, ver series hasta el hartazgo, desempolvar los joysticks de la PlayStation, comer, tomar y fumar porquerías. Pasaron tardes, noches y madrugadas. Pasaron y no pasó nada. El plan siempre se transformaba en siestas, trabajo y comida rápida para no cocinar. Me aburrí, no sé ser yo solo hoy en día. Estoy viejo, capaz. Y mal acostumbrado también.

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