sábado, 2 de julio de 2016

Encuentro.

Una mirada silenciosa y los dos supieron que ya no existían más.
Esa noche, entre idas y vueltas se conocieron. No de la manera tradicional en la que uno podría conocer a otra persona. No se presentaron, ni supieron sus nombres hasta mucho más adelante. Bailaron juntos aunque separados. Compartieron mucho más que la fiesta a la que estaban asistiendo. Más adelante intentarían recordar cuándo fue, día, mes o año. Nada. Ella era muy chica para frecuentar esos lugares y él, a diferencia del resto, estaba demasiado solo.
El azar, acompañado siempre por el deseo, los llevó a buscarse en otros lugares. Virtuales como un primer blog, reales como otras fiestas a las que fueron juntos pero separados e imaginarios como algunas canciones que sin saber compartían.
Se cruzaron ya de grandes, mucho tiempo después de haberse visto por primera vez. Los dos crecidos en un montón de aspectos. Volvieron a presentarse. Hablaron al pasar de la primera vez, de la última y la mejor. Compartieron fotos de sobrinos, hablaron de sus actuales parejas y descubrieron que algo nuevo también los unía pero a su vez los alejaba. Cerraron ese encuentro con un abrazo, largo y como de agradecimiento. Se miraron y fueron para siempre. Y fueron nunca más.

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