jueves, 28 de julio de 2016

Viaje.

Vamos en un auto que nunca manejamos a ciento cincuenta mil kilómetros por hora. O bueno, capaz a menos.  El ambiente es un poco tenso. Aparentemente sé manejar, nunca me había percatado de eso. Creo que en realidad estoy aprendiendo en el momento y a mi acompañante le pasa lo mismo. El camino no es del todo bueno pero confiamos en el auto. Hay pozos, lomos de burro y animales que se cruzan. Hay que sortear todo sin detener la marcha. Se pone cada vez más vertiginoso pero nos gusta. No sabemos cuánto falta pero siempre seguimos.
En realidad vamos a un ritmo normal y los acelerados somos nosotros. El camino es muy tranquilo. Tanto que no sé si el auto está en marcha o nos detuvimos a charlar, distraídos como siempre. Adentro huele rico y escuchamos, obviamente, nuestros discos favoritos. Tenemos todo el tiempo del mundo y lo sabemos. Queremos seguir viajando. Y entonces seguimos.

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